VIENTOS DE OTOÑO
El otoño,
de vez en cuando, remueve conciencias y hace aparecer reflexiones sobre lo que
debería o no debería ser, lo que sería necesario hacer o reconvertir,
modificar y mejorar para conseguir lo excelso en ámbitos sociales o políticos.
Y justo
en estos días otoñales sobrevuela el
viento informativo los entornos
educativos ululando con fiereza, nombrando como
responsable de todos los males educativos al profesorado. Mientras tanto,
las encuestas proclaman la insatisfacción de la sociedad con los resultados
de la educación y la escasa vinculación
de la formación que se imparte con el
mundo real, hecho este último fácilmente constatable y que no sólo guarda
relación con la formación de los que se
dedican a la enseñanza.
El
problema es que se aborda el problema de
una manera simple que olvida
la complejidad de un tema de gran
envergadura y en el que intervienen
amplios sectores y formas de vivir y
programar la educación: familias, profesorado, equipos directivos y de
inspección, sociedad en general y cumbre
política responsable de la elaboración de leyes y normativas, a las que hacen cambiar constantemente tratando
de encontrar una solución a los
problemas educativos.
¿Cómo y
de qué manera se busca políticamente mejorar los problemas de la educación?
Cambiando
leyes en las que se incluyen
nomenclaturas diferentes, exigiendo cada vez más al profesorado
programaciones más complejas sobre
papel, burocratizando en exceso cualquier determinación pedagógica o
sancionadora que se deba poner en marcha… Y obviando lo que podrían ser, entre otras, las
raíces del problema y que deberían dar
respuesta a preguntas como las siguientes:
¿Qué se debe mejorar? (Contar con el
diagnóstico del profesorado para que las mejoras enraícen en la realidad de las aulas).
¿Cómo
mejorar desde el consenso? (Para
evitar cambios educativos ligados a diferentes signos políticos. La educación
necesita estabilidad).
¿Qué recursos son necesarios? Legislar
cambios sin poseer recursos es
una tremenda irresponsabilidad. (Aulas sobrecargadas de alumnos/as, disminución
del profesorado que apoya, aumento de horas lectivas poco o nada contribuyen a
la calidad)
¿Cómo
se formará al profesorado universitario para que forme, a su vez, a los futuros
maestros y profesores? (A veces los formadores no han tenido contacto real
con los problemas que se generan en las aulas y la formación que imparten es de gran pureza teórica, pero inservible).
¿El
maestro o profesor nace o se hace?
La
respuesta más simple por parte de los legisladores sería
decir que un buen maestro o profesor
es una mezcla de ambas premisas porque entre otras razones eliminaría una parte
de la responsabilidad del producto final
obtenido.
Para
mejorar habría que partir de la premisa
de que fundamentalmente SE HACE.
Esto exigiría remover los cimientos de los lugares en los que se
forma, exigir que los formadores, a través de una auténtica carrera profesional, llegaran desde los niveles más bajos de la
educación a la universidad, colmar los
currículos de saberes específicos de
tipo técnico para afrontar las diferencias
intelectuales, sociales, culturales o conductuales
del alumnado, incluir prácticas eficientes en los centros educativos …
¿Cómo incentivar al profesorado para que actualice y perfeccione su
formación técnica?
¿Cómo formar a los equipos directivos para que estimulen
la eficiencia de los centros que
regentan?
¿Qué tipo de inspección educativa se quiere promover? (Vigilantes del cumplimiento de normativas o asesores
de cambios).
¿Cómo se va a concienciar a la sociedad
de la importancia de la educación?
Y en la base de las preguntas anteriores estaría la más importante:¿Importa
o no la educación del país? ¿Es o no
prioritaria?
No hay comentarios:
Publicar un comentario