martes, 3 de noviembre de 2015

VIENTOS DE OTOÑO


VIENTOS DE  OTOÑO


El otoño, de vez en cuando, remueve conciencias y hace aparecer reflexiones sobre lo que debería o no debería  ser, lo que  sería necesario hacer o reconvertir, modificar y mejorar  para  conseguir lo excelso en  ámbitos sociales o políticos.

Y justo en estos días  otoñales sobrevuela el viento  informativo los entornos educativos ululando con fiereza, nombrando como  responsable de todos los males educativos al profesorado. Mientras tanto, las encuestas proclaman la insatisfacción de la sociedad con los resultados de  la educación y la escasa vinculación de la formación que  se imparte con el mundo real, hecho este último fácilmente constatable y que no sólo guarda relación  con la formación de los que se dedican a la enseñanza.

El problema es que  se aborda el problema de una manera  simple que  olvida  la complejidad  de un tema de gran envergadura  y en el que intervienen amplios sectores y formas de vivir  y programar la educación: familias, profesorado, equipos directivos y de inspección, sociedad en general  y cumbre política responsable de la elaboración de leyes y normativas,  a las que hacen cambiar constantemente tratando de encontrar una solución a  los problemas educativos.

¿Cómo y de qué manera se busca políticamente mejorar los problemas de la educación?

Cambiando leyes en las que se incluyen  nomenclaturas diferentes, exigiendo cada vez más al profesorado programaciones más complejas  sobre papel,  burocratizando en exceso  cualquier determinación pedagógica o sancionadora que se deba poner en marcha… Y obviando  lo que podrían ser, entre otras, las raíces  del problema y que deberían dar respuesta a preguntas como las siguientes:


¿Qué se   debe mejorar?  (Contar  con  el diagnóstico del profesorado para que las mejoras  enraícen en la realidad de las aulas).

¿Cómo  mejorar desde el consenso? (Para evitar cambios educativos ligados a diferentes signos políticos. La educación necesita estabilidad).

¿Qué recursos  son necesarios? Legislar  cambios sin  poseer recursos es una tremenda irresponsabilidad. (Aulas sobrecargadas de alumnos/as, disminución del profesorado que apoya, aumento de horas lectivas poco o nada contribuyen a la calidad)

¿Cómo  se formará al profesorado universitario para  que forme, a su vez, a los futuros maestros   y profesores? (A veces los formadores no han tenido contacto real con los problemas que se generan en las aulas y la formación que imparten  es de gran pureza teórica, pero inservible).

¿El  maestro o profesor nace o se hace?
La respuesta más simple por parte de los legisladores  sería  decir que un  buen maestro o profesor es una mezcla de ambas premisas porque entre otras razones eliminaría una parte de  la responsabilidad del producto final obtenido.
Para mejorar  habría que partir de la premisa de que fundamentalmente SE HACE. Esto exigiría  remover  los cimientos de los lugares en los que se forma, exigir que los formadores, a través de una  auténtica carrera profesional,  llegaran desde los niveles más bajos de la educación a la universidad, colmar  los currículos  de saberes específicos de tipo técnico para afrontar las diferencias  intelectuales, sociales, culturales o conductuales  del alumnado, incluir prácticas eficientes en  los centros educativos …

¿Cómo incentivar  al profesorado  para que actualice y perfeccione  su  formación técnica?

¿Cómo formar  a los equipos directivos para que estimulen la eficiencia de los centros  que regentan?

¿Qué tipo de inspección  educativa se quiere promover? (Vigilantes del cumplimiento de normativas o asesores de  cambios).

¿Cómo se va a concienciar a la sociedad de la importancia  de la educación?



Y  en la base de las preguntas  anteriores estaría la más importante:¿Importa  o no la educación del país? ¿Es o no  prioritaria?

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