jueves, 23 de abril de 2015

MINUTO DE ORO:  CONTACTO EMOCIONAL

No se puede amar lo que no se conoce.

Mt 11: Dilatad los espacios del amor



Ningún profesional de la enseñanza diría que no conoce a sus alumnos y alumnas. 
Obviaré los datos que obtenemos, en el día a día y como resultado de observación y diferentes tipos de evaluación, de la capacidad intelectual, nivel de esfuerzo, participación en las dinámicas y actividades de clase, rendimiento global.... Es en esta faceta donde se mueve el conocimiento real de la mayoría de los maestros y profesores, conocimiento que prolonga los brazos hasta alcanzar, en algunos casos, el entorno familiar y social.
Las aulas se masifican, las estructuras administrativas sumergen, con exigencias burocráticas, al profesorado en un mundo de programaciones que, a merced de leyes no consensuadas, exigen cambiar nomenclaturas, concretar y revisar ítems de calidad, contabilizar y justificar resultados porcentuales… Cada vez más, por tanto, más tiempo dedicado a justificar el trabajo que se realiza; cada vez menos tiempo al trato directo y personal.
Y es cuando suceden hechos tan dramáticos como los del I.E.S. Joan Fuster de Barcelona en el que un alumno de trece años ha provocado una tragedia mortal o cuando se destapan casos de acoso cuando queda en evidencia el escaso conocimiento de los aspectos emocionales y se empiezan a desplegar toda clase de proyectos, programas o protocolos de detección. Resultado: más burocratización.
Podríamos preguntarnos hasta que punto se conocen la interrelación de un alumno con otros alumnos, los sentimientos que experimentan, los intereses, deseos y sueños que  les motivan y qué actitudes destrozan el corazón de la autoestima y provocan odio y resentimiento hacia lo escolar. Descubriríamos que la falta de respuestas hunde raíces en la falta de diálogo personal.
La técnica propuesta en el programa intereuropeo Golden5 (Lera, MJ, 2.009) conocida como “Minuto de oro” incide de lleno en la importancia del contacto emocional con todo el alumnado, pero especialmente con aquellos alumnos y alumnas que viven problemas de invisibilidad, discriminación o exclusión social. Actitudes como llamar al alumnado con su nombre, sonreírle y , sobre todo, dedicar un tiempo “fuera del contexto del aula” a interesarse por sus problemas escolares o familiares, a dialogar sobre sus intereses o destacar habilidades que poseen ( velocidad o habilidad de regateo en el fútbol u otros deportes, pintar, simpatía personal…) incluso a resaltar sus rasgos físicos tienen efectos poderosos sobre el desarrollo de la autoestima. 
Como efectos colaterales a tener en cuenta resaltaríamos: aumento de la confianza en el profesorado que pasa a ser, poco a poco, modelo de identificación positiva, incremento de la motivación escolar (con la posibilidad de conseguir mejoras en el rendimiento ) y, sobre todo, disminución de conductas disruptivas en el aula.
Un pasillo, un tiempo en el recreo, un encuentro casual en la calle bastan para contactar emocionalmente con nuestros alumnos y alumnas. Abrir nuestro corazón para que penetren sus inquietudes, abrazar las emociones que contienen, ofrecer rosas de afecto o un ramillete sencillo de instantes de apoyo o ser gota de lluvia que roza o acaricia, en cercanía, su sed de amor o de atención les ayuda a mejorar.
Porque nada hiere más que el puñal de la indiferencia o del ninguneo ; porque nada hace crecer más interiormente que el sentirnos amados y aceptados tal como somos : contacto personal. 
Y seremos ave de paso o montaña, gota de agua o manantial, instante pasajero o huella permanente en los corazones que nos rodean, pero, sobre todo, haremos más cálido un entorno cada vez más burocratizado y menos humanizado. 
Saludos. Ana Egea

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