LEYENDA DEL MIRADOR DE DARAXA O LINDARAJA
I
Descripción del mirador
Ojo fresco de un jardín,
el mirador de Daraja.
Desde el ventanal con arcos,
la hermosura de Granada.
Ojo fresco de un jardín,
desde el que miraba Aixa
como caminaba el Darro
cantando canciones claras.
En el mirador también
el Sultán se recostaba
mientras los trinos se oían
posados en enramadas.
Hacia el cielo, una cubierta
con madera acristalada,
la yesería tan fina
como un encaje, bordada.
De gran belleza, los arcos
y poemas de las jambas,
tanta como la belleza
que, por los ojos, entraba.
Ojo fresco de un jardín,
el mirador de Daraja
Desde él y recostados,
el embrujo de
Granada.
II
Origen de la leyenda: Recepción de
embajadas
Bajo el cielo de Comares,
junto al fondo de la sala,
sentaba el Sultán su trono
entre túnicas doradas
de la más alta nobleza
y familias cortesanas.
Y, arriba en las celosías,
hijas del harén miraban.
Vestían los quince años
sedas con lujo bordadas
en mantos y zaragüelles
mientras los velos tapaban
confidencias en secreto
y las sonrisas más blancas.
Tintineo de pulseras
en las muñecas delgadas
y zarcillos de plata y
oro
danzando sobre las caras.
Van llegando hasta el Sultán
los saludos de embajadas.
Unas cruzaron el mar
y las arenas de África;
otras de lejos llegaron
por valles y altas montañas.
III
La leyenda
Bajo el cielo de Comares,
junto al fondo de la sala,
sólo se oía silencio
entre túnicas doradas.
Jilgueros y ruiseñores
afinaban las gargantas,
mientras, desde el naranjal,
las fragantes flores blancas
bañaban con azahar
el frescor de las ventanas.
Y allá, en las celosías
hijas del harén calladas.
y, junto a ellas, muy bella
una princesa de Málaga,
hija del gobernador
que la ciudad regentaba.
Entra a presentar honores
una embajada cristiana.
La curiosidad más joven
entreabre una ventana
y un valiente caballero,
al atravesar la sala,
descubre los ojos garzos
de una belleza temprana.
La princesa le sonríe
y con dulzura le atrapa.
Nada escucha. Nada ve.
Sólo una tierna mirada.
Nada escucha. Nada ve.
Sólo desea mirarla.
Y el cristiano se enamora
de la joven invitada.
IV
Consolidación del amor
En la sala de ajimeces
las fragancias se agolpaban.
Recubrían las paredes
tejidos de azul y grana
bordados con hilos de oro,
piedras preciosas y plata.
Y allá, en el mirador,
hijas del harén sentadas.
Sobre los suelos, alfombras,
cojines de sedas caras,
almohadones suaves
y vocecillas de plata.
En el jardín un
cristiano,
toda fija la mirada,
en las redes de una joven,
sin saber de quien se trata.
Jilgueros y ruiseñores
afinaban las gargantas;
en el mirador, unidos,
los deseos de dos almas.
V
Desenlace
En presencia de testigos
el cristiano le declara
intención de matrimonio,
si la oferta es aceptada.
Ella le mira, sonríe
y asiente con la mirada
y un latir de corazones
recorre toda la
Alhambra.
El gobernador escucha,
llenas de amor, las
palabras
del caballero cristiano
para después rechazarlas.
Su hija está ya prometida
y sellada una alianza
con un noble de linaje
y religión musulmana.
¡Qué tristeza contempló
el mirador de Daraxa!
¡Cuantos suspiros, sollozos
y lágrimas derramadas!
Nada consuela a la joven
ni las caricias de Aixa,
ni las bromas del harén
ni canciones que le cantan.
¡Qué tristeza contempló
el mirador de Daraja!
Desde el alféizar, la pena,
con las horas, se agiganta.
Ojo fresco de un jardín,
oh, mirador de Daraja
de tierna belleza eterna,
donde la joven de Málaga,
con el corazón herido
lloraba frente a Granada.
Ana Egea. Leyendas del reino de Granada. Poema registrado.
Es parte de un nuevo proyecto y me interesaría tu opinión.¡Gracias!
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