EL
CIPRÉS DE LA
SULTANA
“Zegríes y abencerrajes,
dos familias musulmanas,
enfrentadas y enemigas
en el reino de Granada… “
I
Origen de la leyenda
Puede que fuera un zegrí,
quien dice que a “la Sultana
han visto bajo un ciprés
y sobre amores hablaba
con un noble
abencerraje
entre sonrisas cercanas.
Era él, un joven príncipe.
Ella, la sultana Aixa
esposa del sultán Muley,
del harén, la destacada
La bóveda de los cielos
lucía toda estrellada
y la luz de luna llena
los jardines aclaraba
donde los enamorados
decían dulces palabras.
Les rodeaban rosales,
de la más blanca fragancia,
mientras que los arrayanes
los estanques abrazaban
y, en una fuente de piedra,
rodaban, suaves, las aguas.”
El rumor vuela a las torres
de palacios y alcazabas,
aletea entre columnas,
circula de sala en sala
y llega al sillón del trono
con la fuerza de sus alas.
Aunque nadie les ha visto,
y aunque nadie dice nada,
ni mujeres del harén,
ni eunucos, ni esclavas
y desmonta
la mentira,
Aixa, con firmes palabras,
el Sultán siente el rumor
clavado como una espada.
II
Sobre la
venganza de Muley Hacén
Embravecido de orgullo,
como un rayo que descarga
el fuego que le consume
sobre la tierra con rabia,
con el corazón ardiente
decide tomar venganza.
En una oscura mazmorra,
es la Sultana encerrada
y, a nobles abencerrajes,
hace subir a La Alhambra
invitados a una fiesta.
Treinta y siete abencerrajes
han recibido la carta.
Treinta y seis abencerrajes
acuden a la llamada.
Todos de noble linaje
con claras camisas blancas,
zapatos de terciopelo,
túnica adamascada
con adornos de tiraz
en los cuellos y en las
mangas,
cinturones con bordados
o con perlas engarzadas,
turbantes en la cabeza
que caen sobre la espalda,
después de ajustar el cuello,
con caireles de oro y plata.
Los pasos con que caminan,
ondean sus largas capas.
Cuando entran al palacio,
con vestuario de gala,
con presteza se abren puertas,
con presteza son cerradas.
Reverencias les conducen,
por el Patio de Leones
hasta la primera sala
mientras la luz de las
lámparas
juega con las yeserías
y el perfume de las tacas,
Después de cruzar la puerta,
la boca les es tapada.
Con alfanjes afilados,
sus cabezas son segadas.
Ni un gemido ni una queja
escuchan los que llegaban.
Y es tan terrible la escena
y es, tan fiera la matanza,
que, en los claros surtidores,
brota sangre, en vez de agua.
III
Lamentos y presente de la leyenda
¡Oh , nobles abencerrajes
valientes, donde los haya!
¡Qué descontento en las
calles!
¡Cuánto os lloró Granada!
Los alaridos corrían
por las calles y las casas
y gemían de dolor
latidos sin esperanza.
Puede que fuera un zegrí
quien dijera las palabras
para que vuestro linaje
sufriera tan cruel desgracia.
Treinta y seis abencerrajes
sufrieron de la venganza.
Treinta y seis hombres de bien,
combatientes en batallas,
redimieron con
su sangre
el valor que les sobraba.
Y hasta hoy se puede ver,
cuando se entra en la sala,
pequeñas manchas de sangre,
bajo el cristal de las aguas
y, allá en el Generalife,
un testigo que no habla:
seco ya y envejecido,
“el ciprés de la Sultana ”.
IV
Epílogo y realidad
de la leyenda
Puede
que fuera un zegrí
quien,
con ojos de una esclava,
viese
en el Generalife,
por
la escalera del agua
descender
hasta un ciprés
a
una pareja enlazada.
Puede que fuera un
zegrí
quien
a Muley le contara
que
un príncipe abencerraje
hablaba
con la Sultana.
No, sobre
temas de amor,
entre
pasión desbocada.
No,
con gestos de dulzura
y
las más tiernas palabras.
Con
sonrisas de traición
se dibujaban las caras
cuando, la luz de la luna,
entre
susurros sangrantes,
el jardín iluminaba
y,
sin tinta ni papel,
un
acuerdo se firmaba:
Boabdil sería sultán
con
la fuerza de las armas
de
nobles abencerrajes
de
la ciudad de Granada.
Puede
que el rumor secreto
saltara
por
las murallas
y
llegase a las tertulias
de
las familias más rancias.
Y, aunque
la fiesta ofrecida
por
el Sultán en la Alhambra ,
fuese
llevada por manos
en
bandeja de oro y plata,
el príncipe
abencerraje,
que
sospechó la mentira
encerrada
en las palabras,
cabalgó
sobre un corcel,
con
las más veloces patas,
en
busca de protección,
hasta
la ciudad de Málaga.
Mientras,
otros treinta y seis
sufrieron
la cruel matanza.
Ana Egea. Poema registrado.
Ana, muy bonita e ilustrativa; nos entretienes y al mismo tiempo aprendemos mucho con tus poesías y tus artículos. Gracias y ánimo para seguir con tu valioso blog!!!
ResponderEliminarGracias Mari. Los comentarios hacen que un blog cobre vida, por eso me encantan si son positivos.En negativo los consideraría como "un regalo" para seguir creciendo. Besos.:)
EliminarComo siempre tus romances son preciosos y se refieren a la época mora granaina mejor. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Qué alegría! Van llegando comentarios al blog y llegan además cargados de cariño. Besos y gracias.
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